El efecto Pigmalión

Una antigua leyenda de la mitología griega habla de los poderosos efectos de la confianza en uno mismo:

El rey de Creta, Pigmalión, buscaba a su mujer ideal. Ante sus dificultades para encontrarla, optó por esculpir a una mujer que reflejara todos los valores que deseaba: belleza, nobleza, sensibilidad, ternura… Cuando la terminó, era tan perfecta que se enamoró perdidamente de ella. Viendo el profundo amor que sentía Pigmalión, la diosa Afrodita dio vida a la escultura. Así nació Galatea.

Efecto pigmalión

La pasión de Pigmalión sobre Galatea acabó siendo la causa de que ésta cobrara vida y se convirtiera, realmente, en su mujer ideal. Esta historia muestra en realidad dos lecciones: por un lado, el poder que tienen de las expectativas respecto a los demás y que se denomina “efecto Pigmalión”; por el otro, la fuerza que tienen las convicciones sobre nuestro propio éxito o fracaso: es el “efecto Galatea”. No es una novedad que cuanto más motivados estemos para alcanzar una meta, mayor es la probabilidad de lograrla.

Este mismo argumento es el que siglos más tarde fue utilizado en el cuento infantil que a muchos os sonará: “Pinocho”, ¿lo recordáis, no?, en el cuál el muñeco de madera cobra vida gracias al amor de Geppeto. Este mito fue el origen del nombre del efecto Pigmalión y representa muy bien la idea de las profecías autocumplidas.

El efecto Pigmalión es uno de los sucesos que describe cómo la creencia que una persona tiene sobre otra puede influir en el rendimiento de esta otra persona. Esto supone, por tanto, algo importante de conocer y estudiar para los profesionales del ámbito educativo, laboral, social y familiar. Este efecto puede ser:

  • Positivo: se refiere a aquel que produce un efecto positivo en el sujeto, de forma que afianza el aspecto o la persona sobre el cual se produce el efecto, provocando un aumento de la autoestima del sujeto y del aspecto o persona en concreto.
  • Negativo: es aquel que produce que la autoestima del sujeto disminuya y que el aspecto o persona sobre el que se actúa sea infravalorado, castigado o reprimido.

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El efecto Pigmalión fue estudiado en un experimento de psicología social (Robert Rosenthal y Lenore Jacobson, 1966) de la siguiente manera: en una clase de alumnos completamente normal y sin grandes diferencias entre sí, se le dijo al profesor que ciertos alumnos escogidos de manera aleatoria tenían una gran capacidad y un gran potencial para aprobar con éxito, y cuáles iban a ser malos estudiantes y tener malos resultados. Como os imaginaréis, a medida que el tiempo fue pasando las estimaciones que se le dieron al profesor de forma aleatoria fueron cumpliéndose. Aquellos alumnos que él creía que iban a ir bien consiguieron buenos resultados, mientras que los que iban a ir mal tuvieron resultados más pobres. Ha ocurrido el efecto Pigmalión.

Más adelante el mismo profesor les comunica que lo que les había dicho era erróneo y que en realidad era al contrario, los alumnos de pelo rubio tenían mayor capacidad que los morenos. De nuevo, se dio una profecía autocumplida: los alumnos rubios mejoraron mientras que los morenos descendieron. Como veis, el efecto Pigmalión y las profecías autocumplidas no solo afectan positivamente para conseguir aquello que creemos que lograremos. Las profecías autorealizadas son un arma de doble filo y pueden actuar tanto para bien como para mal, es nuestra actitud la que determina cómo nos van a ir las cosas.

El efecto Pigmalión en las organizaciones

En el mundo de las empresas y las organizaciones en general, es muy común oír a empresarios, ejecutivos y supervisores encasillar erróneamente a sus trabajadores en determinados roles y conductas. Por ejemplo: “Mi personal es incompetente”; “No sé qué hacer con esta gente”; “¿Por qué no le pones más empeño al trabajo?”, etc.

Un directivo o supervisor de empresa que tiene las mejores expectativas en solo un grupo de empleados y las peores en otros, proyectará una serie de mensajes verbales y corporales de manera inconsciente que serán percibidos e interpretados, y esto hará que los trabajadores rindan o se desempeñen, de acuerdo a las expectativas creadas por sus jefes.

En este sentido, sería adecuado plantearnos: ¿Los directivos, ejecutivos y supervisores de las organizaciones, están condicionando a sus subordinados con sus propias actitudes y comentarios? El caso es que tanto o más importante que lo que se dice es el cómo se dice. De hecho, las expectativas de los padres con sus hijos, de los profesores con los alumnos y de los mandos con sus subordinados tienden a cumplirse.

Si una persona percibe que se le valora poco, que es tratada con desconfianza y, esto se reflejará en sus acciones posteriores, mostrará resultados mediocres. Si, por el contrario, percibe que sobre ella se deposita confianza y se le trata con consideración, su desempeño se elevará.

Utilidades del efecto Pigmalión

El efecto Pigmalión nos enseña a que debemos centrarnos en las cosas positivas del otro, a destacarlas y exaltarlas para así obtener lo mejor de él. «Trátame como un empleado de tercera categoría y actuaré como un empleado de tercera, trátame como un empleado de primera y me comportare como un empleado de primera o al menos intentaré dar lo mejor de mí».

En la mayoría de los casos, el desempeño de las personas no solo depende de las expectativas que otros tengan sobre ella, ya que las expectativas que una persona tiene sobre sí misma determinan los logros que ésta alcanzará. Si la persona tiene altas expectativas sobre sí misma, su esfuerzo será alto, y obtendrá grandes logros. Por el contrario, si una persona tiene expectativas muy bajas sobre sí misma se esforzará poco, y sus logros serán inferiores (efecto Gatalea). El Efecto Pigmalión y el Efecto Galatea interactúan constantemente, el primer efecto activa el segundo efecto.

Maydo, nuestra profesora de outdoor, pronunció una frase que refleja, por un lado, los efectos Pigmalión y Galatea y, por otro lado, una gran realidad que solemos olvidar: Los límites son físicos, las limitaciones son mentales; esto nos viene a decir que las personas podemos rendir un 200% más si rompemos las barreras que tenemos de nosotros mismos (Efecto Galatea) y las que tienen los demás sobre nosotros (Efecto Pigmalión).

No digas “no puedo” ni en broma, porque el inconsciente no tiene sentido del humor, lo tomará en serio y te o recordará cada vez que lo intentes.

Os dejo este pequeño fragmento de la película «En busca de la Felicidad» de Will Smith, a modo de ejemplo del Efecto Pigmalión en positivo:

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